Para comprender la vida tal y como la revela la biología molecular, tendríamos que ampliar una célula mil millones de veces hasta que midiera 20 kilómetros de diámetro y pareciera una gigantesca aeronave de tamaño suficiente como para cubrir una gran ciudad semejante a Londres o Nueva York. Veríamos un objeto de incomparable complejidad y adaptabilidad de diseño. En la superficie de la célula observaríamos millones de aberturas, como portillas de una inmensa nave espacial, que se abren y cierran para que entre y salga una corriente continua de materiales. Si entrásemos por una de tales aberturas, nos encontraríamos en un mundo de suprema tecnología y asombrosa complejidad. Hallaríamos un sinfín de pasillos y conductos sumamente organizados que se ramifican en toda dirección desde el perímetro de la célula; unos conducen al banco central de memoria situado en el núcleo, y otros, a instalaciones de montaje y unidades de procesamiento. El núcleo sería una inmensa cámara esférica de más de un kilómetro de diámetro, a modo de cúpula geodésica, en cuyo interior encontraríamos, apilados ordenadamente en filas, los millares de cadenas en espiral de las moléculas de ADN. Por los múltiples conductos que llevan a las diversas instalaciones de montaje de las regiones más remotas de la célula veríamos circular, en orden y en ambas direcciones, una gran variedad de productos y materias primas.
Michael Denton
Comprendiendo la biología molecular
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