La desdicha de los filósofos es reconocida ya por Platón, cuando escribió que filosofar es perder la tranquilidad. Y claro, la tranquilidad se pierde porque el pensamiento llevado al límite nos priva de las certezas, nos hace desconfiar de las convenciones, nos arranca del seno materno del sentido común. Pero no diría que por esto el filósofo sea más desdichado que las otras criaturas. Con ellas comparte el absurdo destino del sufrimiento humano, como también el placer (no menos absurdo) de las cosas hermosas y agradables de la vida. Y tal vez tenga sobre otras personas la ventaja de una experiencia maravillosa: la satisfacción del pensamiento que acierta.
Jorge Millas
Desdichados
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